Te extraño. Sé que vas a venir a verme
de nuevo, pronto, pero te extraño. Veo todo oscuro, a veces tengo miedo, hace
mucho que no me sentía así. Este calor en los ojos, y el frío en todo mi resto.
Duele, duele demasiado. Juro que si hubiese una manera de frenar este espasmo
en el alma, que duele mucho, muchísimo, porque no es un dolor físico,
localizado y agudo, “ay!¡me duele acá doctor!”, no, es un dolor completamente
distinto, se siente dentro por todos lados, y fuera de la piel. Se ve, ¡se siente
todo que duele!, se oye quejumbrosa la vida, que todo se rompe y se destiñe,
como la sonrisa de cualquier hombre que se va enderezando por el peso del
tiempo. Como mi sonrisa, justo antes de conocerte, que después de conocerte, antes
que mi sonrisa se eternice en una llanura impasible, de viejo fracaso a los
veinte y monedas de vida, y empiece entonces como una copia porteña mala de
Medusa a volver cemento todo lo que toco, mi sonrisa cuando te conocí se volvió
a retorcer elásticamente, ¡así nomás! como esos firuletes aflorados estampados
en tapas de discos tangueros, ¡nunca me acuerdo como se llaman! Pero las cosas
empezaban a cambiar entonces, al conocerte, de pronto, las palpitaciones en la
boca, mis labios como limadura metálica, atraídas hacia tu sonrisa tan parecida
a la mía, tan retorcida –en el buen sentido- como la mía, y cómo lamía toda tu
boquita, como si fuera un perro generoso y fiel que recibe a su amo cansado… yo
el perro, vos mi ama. Pero hasta ahí la metáfora, porque primero que no tengo
tanto pelo, segundo, que no me ponés correa, no siento que el amor que me das
solo es dos comidas al día, una sacada de paseo, y que en mi cabecita “canina”
pequeña pesara toda una educación castrense corte “Sit! Up! Cucha perro!”. Si
hay que definir nuestro amor, tampoco lo haría porque no se me canta ahora definirla,
es laborioso hacerlo además. Y eso es lo precioso de nuestra relación, que no
sea ordinaria, más allá de que tengo que esperar un poco por volverte a ver. Lo único, lo divertido y lo gracioso, lo
gracioso y paradójico de que parecía que todo, todo, todo se iba de un momento
a otro irse a la reverenda mierda, nuestras esperanzas, nuestra Fe en el ser
humano en general, y en uno mismo en particular, pensar mi amor que íbamos
camino hacia una locura atroz y perenne, irrevertible… esa que muchos llaman “cordura”.
Y todo esto sin al menos conocernos. Cómo agradezco que me hayas salvado de inmolar
mis propios valores y todo lo que sostenía, y gracias por permitirte salvarte a
vos, vas a ver que todo saldrá como corresponde, somos destinados. Algo bueno
tiene que haber en este mundo, lo vimos y lo sentimos en ese abrazo que casi
nos quebramos la cadera, dolor plácido, o esas miradas silenciosas en la
oscuridad de un cuarto desordenado, que titilaban mis pupilas, te acordás. Y somos parte de ese algo bueno, y ahora me
agarra el señor orgullo… mirá, si el orgullo fuera pecado, mi vida, debo tener
reservado mil acres de sufrimiento en el infierno. Te acordás del infierno, ¿ese
lugar antes de conocernos? Y el restorán Los Infernales, donde nos conocimos, que
tomamos un tinto riquísimo para empujar el filete… ¡Fileteado! Recién me
acuerdo! “fileteado” se le dice a los firuletes que te dije, los de tapa de
disco tangueros. Bueno, -Te extraño- te diste cuenta, ¿no? cómo con un poco de
inspiración y creatividad dimos vuelta todas las cosas, las subvertimos de
color, le dimos textura y humedad deliciosa a una noche que era tan parecida
por la negrura terrible a esas noches que andábamos solos, sentidos pequeños,
lejos nuestros cuerpos, con las mismas viejas estrellas, la misma oscuridad en las
esquinas, la misma solemnidad. Era cuestión de acercar nuestros cuerpos, todo
gracias a suerte y destino, que se pusieron de acuerdo, y no hubo falta ni que
el país cambie de nombre ni gobierno todavía, ni renovar las estrellas por
otras más nuevas, ni barrer las calles de una ciudad un poquito descuidada hay
que decirlo. Te diste cuenta, que con una caricia, un besito, y todavía un “te
quiero” implícito en el aire, le dimos todo otro sentido, como si realmente
fuera otro mundo de otro sistema. Y en la medida que va pasando el tiempo, va
creciendo y evolucionando lo nuestro a una velocidad que ya no asusta, nos
acostumbramos rápidamente. Todo es tan natural con vos, el poder que brota
manantialmente, mi vida, en esa unión, me hace sentir tan feliz. Aunque estés
lejos, puedo decir que estoy feliz, ahora lo estoy diciendo, y yo no digo cosas
así tan cursis y graves a la vez, así como así. Aunque estés lejos sé que vas a
venir, o yo iré a vos, el orden no importa, estamos destinados.
Como te decía, juro que si hubiese una
manera, una manera… ¿una manera de qué?